Los muy
cafeteros pueden estar contentos, según dos estudios que se publican en la
revista “Annais of internal
Medicine”, tiene efectos beneficiosos para la salud, que se asocia con
un menor riesgo de muerte, en especial para enfermedades circulatorias y del
tracto digestivo.
Es más, “sugieren que un consumo moderado
–unas tres tazas diarias- no es perjudicial para la salud y que incorporar el
café en la dieta podría tener efectos beneficiosos”. Nos lleva a tener
ideas confusas sobre su consumo, ¿es en realidad beneficioso o no lo es?, lo
cierto es que tratamos con una bebida muy ligada a nuestra sociedad.
Aunque el origen del café es incierto, cuenta la
leyenda que un pastor de Abisinia, llamado Khalid, se extrañaba que sus cabras
se volvieran más activas al comer unas bayas rojas de unos arbustos de la
ladera del monte. Quizás, injustamente, de ahí viene el dicho “está
como una cabra”.
No obstante, el buen cabrero, después de largas
jornadas moviendo cabras, se quedaba dormido leyendo el Sagrado Corán, por ese
motivo se llevó las bayas a su casa y las hirvió, obteniendo un estimulante que
ayudaba a mantenerse despierto por la noche. Era un mensaje divino, era lo más
de lo más, ni siquiera se quedaba dormido con el sagrado libro. Al café se le
denominó al-qahwa.
El café se halla muy ligado a la historia de
al-Andalus. Los andalusíes lo tomaban en las horas de descanso, de las pocas
tareas que era compartida sin distinción de ambos sexos. Según la costumbre
quién lo preparaba lo probaba primero en presencia de los asistentes, para que
se viera que no estaba envenenado, sirviéndolo de izquierda a derecha, el último, el anfitrión. Su consumo se halla muy arraigada en nuestro país, profundamente ligado a la herencia de nuestro pasado árabe.
Es obvio que no deberíamos hacerle caso a los que dicen que el café llega a Europa tras el descubrimiento de América. De hecho multitud de escritos demuestran que el café no llegó a Colombia hasta finales del siglo XVII. Muy a pesar de su afamado café de calidad, en este aspecto lo siento por el afamado Juan Valdez y su afamado burro.
Es obvio que no deberíamos hacerle caso a los que dicen que el café llega a Europa tras el descubrimiento de América. De hecho multitud de escritos demuestran que el café no llegó a Colombia hasta finales del siglo XVII. Muy a pesar de su afamado café de calidad, en este aspecto lo siento por el afamado Juan Valdez y su afamado burro.
También desde hace siglos ha existido una denodada polémica sobre sus beneficios o sus efectos dañinos. Como una insólita curiosidad, cuenta los anales de la historia, que a finales del Siglo XVIII, el Rey Gustavo III de Suecia, inicia una
investigación al respecto. El rey quería demostrar los efectos perniciosos para
la salud del té y del café y quería saber cuál de los dos era más dañino.
Para ello, junto a su grupo de científicos y médicos personales,
eligió a dos gemelos monocigóticos sentenciados a muerte. Les perdonó la vida
con la condición que compaginarán su estancia el resto de su vida en la cárcel
con una tarea de obligado cumplimiento. Uno de ellos tomaría tres tazas de té y
el otro tres taza de café, cada uno del resto de sus días sin excepciones.
Ni el Rey ni su comisión médica vivieron tanto
tiempo como los gemelos. El primero de los gemelos en morir fue el que tomaba
té, a los 83 años, su hermano pocos años después. Es evidente que en la misma línea a las
últimas investigaciones Por si acaso acabo aquí esta entrada de blog, claro voy a tomarme un
café.
Paradójicamente el primer cafe " cagalistrón" se lo tomó un nómada japonés llamado Yokashi Kagoagua.
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