jueves, 20 de agosto de 2015
El Capitán y la Viuda
"Los españoles poseen un mérito infinito y es que, aunque se vean derrotados, no se descorazonan jamás. Pueden huir, pero es para reagruparse a lo lejos y volver algunos días después con una confianza indestructible, que sobrevive a todas las derrotas" (barón de Marbot, Mémoires du General baron de Mesnil-sur-l´Estrée).
En el día 4 de enero de 1811, el Capitán de Artillería Dn. Manuel Ramírez se encontraba en el Cerro de San Cristóbal que sirve de montera a la villa de Ximena, con el propósito de reconocer las ruinas del castillo árabe, bastión rodeado por el río Hozgarganta por el poniente y por la propia villa hacia el levante. Un día desapacible, con la lluvia sobre su semblante serio, había dejado su caballo atado en una vieja iglesia que se encuentra en el inicio de la subida al mismo castillo.
Con uniforme azul, que se diferenciaba de la tropa porque estaba dotado de botones y charreteras doradas, su chacó contaba con galones laterales dorados, con unas polainas negras y una espada con aplicaciones, también doradas, en una bandolera de cuero blanco.
Manuel detestaba esta maldita guerra de España, total y salvaje, que afectaba de forma constante y brutal a toda la población del país, a la que tanto amaba, aún así, por encima de todo, era un patriota y los invasión napoleónica se había producido por la ambición de su Emperador, no le cabía menor duda. Tenía una misión que realizar, que le había encomendado el Comandante General de la Serranía de Ronda, desde el Cuartel General de Gaucín, Serrano Valdenebro.
Sería necesario renovar el castillo árabe abandonado, poniendo buenos rastrillos en las dos entradas de Norte y Sur, además tapando algún que otro portillo, quedaría inconquistable. Donde, a su parecer, habría que realizar los mayores esfuerzos era en el Alcázar, donde se encontraba un singular torre de homenaje, por su forma circular. A sabiendas que el recinto cuenta con Aljibes, aunque es probable que se planteará la construcción de un Aljibe en la zona norte. En el mismo recinto se puede proveer de alimentos y alojamiento, realizando el total de la obra sin un coste excesivo.
Por otra parte no sólo se trataba de la composturas del castillo de Ximena, también para promover el alistamiento de gente voluntaria, que debían contar un caudillo con espíritu, siendo uniformados para el servicio patriota. Xemina contaba con el aliciente que hasta hace muy poco había contado con una Real Fábrica de Artillería, con muchos habitantes con conocimientos de fabricación de los cartuchos, así se podía proveer de formal artesanal, pero efectiva.
De la misma forma, tenía un duro trabajo en los días siguientes, tenía que asegurar los caminos de Álcala y de Ubrique con partidas de guerrilleros, apostando partidas en lugares que favorezcan la defensa y que les permita da parte a la guarnición del castillo, para no ser sorprendidos. Una vez armado el castillo, con las partidas estratégicamente ubicadas, los patriotas de Xemina armados podrían defenderse de un número muy superior de enemigos.
El Capitán emprendió camino hacia su caballo, seguía lloviendo, tenía que buscar donde poder descansar y alimentarse para continuar el día siguiente con su tarea, en el camino con su mirada perdida en el hermoso paisaje que contemplaba, pensaba que si encontrara en sus alforjas la copia impresa del primer número de la revista "El Español", que había obtenido en Cádiz, podría ser considerado como antipatriota. Porque Manuel, de origen hidalgo castellano, tuvo una madre que no pertenecía a su tiempo y había sembrado en su hijo la semilla de la ilustración.
Veía a las Cortes Constituyente de Cádiz como un instrumento de mejora y transformación de la estructura social, política y económica de España, esta esperanza conllevaba tolerancia religiosa, libertad de imprenta o la abolición de la Inquisición. Manuel no sabía que esa esperanza se irá convirtiendo en frustración, cuando retorna la monarquía absoluta y son perseguidos los liberales, que en su afán reformistas, pretendía superar el decaimiento moral y cambiar la estructura tradicional de este país.Aunque los que le ocurriría en ese momento iba a suponer un cambio importante en su vida.
María era una mujer aún hermosa, tenía un niño pequeño, huérfano de padre, porque éste fue alistado en las tropas del General Castaño, hacía ya más de 2 años, y, desafortunadamente, fue abatido en la Batalla de Bailén. Vivía en una vivienda pequeña en la Villa de Xemina, el pueblo donde había nacido, con su madre también viuda.
La dureza de la vida cotidiana en una villa que jugó un importante papel en la Guerra, para una mujer que tiene que llevar su hijo adelante, la convertía en una verdadera heroína, no reconocida en ninguna leyenda, hasta ese momento, porque los acontecimientos que viviría en unos instantes cambiarían su vida
Comenzaba a anochecer, se oía como la lluvia golpea con fuerza en el tejado, María tenía que ir a la taberna donde trabajaba en la cocina, para buscar el sustento de su familia. Manuel bajaba por las calles estrechas empinadas de la villa, por donde corría el agua como arroyo desbocado. Cuando María sale con presteza de su casa, el caballo se inquieta y hace que ella caía al suelo y quede desfallecida en el suelo mojado.
Manuel bajando de su caballo, se inclina y sujeta entre sus brazos a María, ella aturdida abre sus ojos negros, su pelo rizado se desliza sobre su cara, él no puede evitar quedar también aturdido, como si su un rayo hubiera atrapado su alma con fuerza. Había visto morir a tantos civiles, ancianos, mujeres, niños, habían muerto soldados jóvenes entre sus brazos, sin embargo su semblante se había mantenido imperturbable, ahora, después de tanto tiempo, de tanta lucha encarnizada, estaba desarmado.
Ella de pronto le dice:
- Soldado sujetas con mucha fuerza mi cuerpo
Aún en silencio, como si despertara de un sueño, le ayuda a levantarse, sus miradas se cruzan, y el aire que transportaba esa esencia arcaica de los enamorados verdaderos les hace parecer que la lluvia ha desaparecido, sin embargo seguía sin parar...
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