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Las Gorgonas, Esteno,
Euríale y Medusa, eran hijas de dos divinidades marinas, Forcis y Ceto, y vivían
en un arcaico bosque cercano al Jardín de las Hespérides, en la misma frontera
del océano exterior y profundo, el que fluye en dirección a la noche.
Medusa, la única mortal
de las tres, era una hermosa joven con una resplandeciente cabellera, antes que
fuera deshonrada por Poseidón en un templo de Atenea. La diosa virgen, además de estar “horrorizada” por el
sacrilegio, estaba celosa de su belleza y la convirtió en un ser alado, con
pelos de serpiente, grandes dientes, garras afiladas y unos ojos deslumbrantes e
intensos.
De tal forma fue
ultrajada y, “encima”, castigada por ello. Sin embargo su horrorosa imagen se
convirtió en un emblema de base mágica de poder y fuerza, así como un símbolo
contra los peligros desconocidos del Más Allá.
Esa mirada fascinante y
penetrante tenía prodigiosos efectos, ya que convertía a los hombres que la
miraban en piedra. Ello le llevaría a su perdición. Porque el héroe Perseo la
utilizaría para sus propósitos.
Aunque, previamente,
pongámonos en los antecedentes. Todo comienza cuando el Rey Polidectes no
paraba de acosar a Danae, madre de Perseo. Éste prometió que estaría dispuesto
a cortar la cabeza de Medusa y traerla como trofeo si dejaba en paz a su madre.
Si bien provocó la risa de los presentes, no se podía obviar que era hijo del
mismo Zeus y que los dioses le habían marcado un destino glorioso.
De hecho, Atenea, que
guardaba “cierto recelo” con Medusa, por decirlo de alguna manera, decidió asistir
a su medio hermano, regalándole un escudo muy pulimentado, donde se reflejaría
la cara de la Gorgona. Y no queda ahí, porque convenció a Hermes para que le
facilitara su trágica tarea, entregándole una hoz de brillante diamantino para
que le cercenara su garganta.
Pero Perseo necesitaba,
además, un par de sandalias aladas que le trasladarán al bosque, un zurrón
mágico para guardar la cabeza cortada y el yelmo negro de la invisibilidad que
pertenecía a Hades. Todo bajo la custodia de las ninfas estigias.
Una vez que los objetos
fueron robados viajó con las sandalias aladas al bosque de las tres Gorgonas. Estuvo
oculto observando varios días hasta que llegara el momento propicio. Cuando
Medusa se retiró a solas en un lugar del bosque que enajena con la niebla, rodeada
de cuevas y abrigos arcaicos, llegó su oportunidad.
Con el yelmo negro de la
invisibilidad y la vista fija en el reflejo de Medusa, Atenea guió su mano y degolló
su garganta con la hoz diamantina. Para su asombro, de su cadáver surgieron
desarrollados el caballo alado Pegaso y, con una cimitarra de oro en la mano,
el guerrero Crisaor.
Crisaor era el padre de Gerión,
el Rey del mítico reino de Tartessos, nieto de Medusa, que tenía un fabuloso
rebaño de bueyes. Que más tarde serían robados por Heracles en un lugar cercano
al bosque de las Gorgonas.
Y en ese lugar asombroso
donde Perseo degolló a Medusa con una “Hoz
su Garganta”, dio lugar al nacimiento de un río, con la prolongación de la
piel de Medusa y los poderes sobrenaturales de la sangre que brotaba de su cuerpo,
dando forma a su sinuoso cauce y colmando de una vegetación de una belleza
singular, ambos lados de su ribera.
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