Extraído en el siguiente link |
En esta ocasión quisiera
hacerles llegar una historia plena de infidelidades, de pasión, de erotismo y
de quienes tratan de reducir el amor a una simple posesión. Por ello, cupido de
mí, no dudé en entremeterme, ya que no podía
soportar que una hermosa mujer se sintiera cautiva en su propio hogar.
Al fin y al cabo, es tan
sólo un granito de arena a lo largo del tiempo lo que busco, con mis travesuras
y mis dardos certeros, para que las personas no tengan pudor de confundir el
amor con los más profundos de sus deseos.
Los hechos que aquí les narró
ocurrieron nada menos que el sur de
Hispania, en Baetica, la más romanizada de las provincias lejanas de la urbe, “que hicieron de la antigua Turdetania una
segunda Italia”. Aquí nacieron,
entre otros, el tratadista de agricultura Columela, el filósofo Séneca, el
historiador Pomponio Mela o el poeta épico Lucano. También nació en esta
provincia uno de los más grandes emperadores y el más enigmático de todos ellos,
Adriano, que reinaba en todo el Imperio Romano en el mismo momento que sucede
este relato.
Extraído del IECA |
Aunque antes, pongamos
en antecedentes. Libón era un hombre sobrio, de enjutas carnes, que reflejaba
en su rostro los años de esfuerzos para llevar a adelante a sus dos hermanos
pequeños, tras la muerte de sus padres.
Ciudadano de OBA,
municipio que se emplazaba cerca del Estrecho, rodeado de la vía que comunica
Carteia-Corduba. Situado como un puesto de vigilancia hacia la vía interior
comercial que unía la importante ciudad portuaria de Carteia, con Corduba,
capital de Baetica.
Libón se había
convertido en un rico comerciante de prestigio. En ese momento se hallaba
cercano al foro y esperaba con inquietud la llegada de un cargamento de perfumes.
Era el día de las denominadas nundinae, día de mercado y ya había comenzado.
Toda una vida de esfuerzo
que se veía recompensada en la educación que le había dado a sus hermanos y,
sobretodo, en Anna su hermosa y joven esposa. Allí estaba, en el mercado, con su
fiel esclava Pardalisca. A lo lejos, se cruzaron las miradas de Anna y Libón,
ella inquieta y él... ¡la quería con tanta ternura!
Momentos antes, Anna
caminaba hacia el mercado con tristeza, como siempre que salía de su hogar de
la mano de Pardalisca, la vieja criada que había sido la nodriza de Libón
cuando era pequeño. Pardalisca apartaba a cualquiera que se le acercara con brusquedad,
ni toleraba de su ama la conducta deshonrosa de divertirse en el puesto de
extrañas esencias, apartándola de los malévolos puestos de perfumes.
Anna recordaba la
infancia con su madre, como le había enseñado a distinguir y estimar sus
diferentes matices, recordaba que cuando sus fragancias llegaba a su pecho zarandeaban
todos sus sentidos. Aquí era su esposo quién los importaba al mercado y quién
no dejaba que los oliera siquiera. Por ello, cuando cruzó la mirada con Libón, sentía la mirada de un padre severo, al que se
quiere, no a un hombre al que se ama.
Libón tenía que viajar a
Astigi para cerrar unos negocios, lo que suponía unas semanas fuera de casa. Estaba
muy preocupado...
Extraído en el siguiente link |
Ya que en los primeros
tiempos de Roma, no se permitía beber vino a las mujeres, especialmente a las
de buenas familias y Libón era muy tradicional. El vino podía hacer llegar a
perder el decoro y caer en el adulterio, lo que sería toda una vergüenza para
la familia y no sabría quién era realmente el padre de sus hijos.
El mismísimo Juvenal
llega a decir “Mulier si temetum biberit
domi ut adulteram puniunta”, “si una mujer bebe vino en casa, ha de ser
castigada como una adultera” ¡Qué
barbaridad! Siendo hijo de Venus y el más ferviente seguidor de Baco, Dios del
Vino, me parecía una atrocidad.
Libón conocía la
costumbre de usar los besos en la boca de sus familiares para utilizarlo como
control de alcoholemia de la fidelidad. Así que ordenó a su hermano mediano,
que estuviera cerca y ante cualquier ausencia le diera un beso en la boca a
Anna, para asegurarse que estaba abierta la puerta de la virtud y cerrada la
del vicio.
¡Ay pobre infortunado! Mira
que no saber que al igual que las nueces tienes que partirlas para comerte sus
frutos, también el amor necesita de besos para que se llene de éxitos sus
aventuras.
Al principio, se sentían
sofocados ante cada beso, aunque eso sí, llegó el momento que Anna salía del
patio central o atrio de su hogar, hacia su cubicula para descansar y como era
algo pasajero, volvía de inmediato al atrio a besar de nuevo al joven. Su
hermano, no paraba de vigilar la labor diaria del hogar, y eso que nunca antes
le había preocupado por esas labores, de inmediato retornaba al atrio para besar a
su cuñada.
Extraído en el siguiente link |
El caso que como no se
atrevían a dar el paso, tense mi arco y embriague las puntas de mis flechas con
mágicos hechizos de amor. Y con disparos diestros logré desinhibir el recato
que los retenía.
Lo que hiciera que cada
noche, cuando no se oía nadie en el hogar, se acercara al cuarto de Anna, con
una vasija del néctar de Baco bajo el brazo, dispuesto a dar y recibir caricias.
Aunque los jadeos de placer de medianoche llegaron a escucharse en la Domus
más cercana, el hogar de sus vecinos, que estaba a más de una milla de distancia.
A la vuelta de Libón
notaba que le habían crecido ciertas prominencias en la cabeza, fuese por la
agudeza para en estas cuestiones de un celoso recalcitrante, fuere porque Anna
y su hermano se quedaban perdidos en las miradas del uno al otro, bajo la adusta
mirada de criada Pardalisca, se lo tomo muy en serio.
Así que a la mañana
siguiente anunció que casaría al mediano de sus hermanos con una joven de Astigi, que significaba una buena relación
comercial para la familia. Anna se llenó desesperación y llegó a pensar que
nunca en la vida superaría ese trance y jamás amaría a otro hombre.
Libón, como necesitaba
marchar con su hermano para iniciar los preparativos, encomendó la misión de
control de la alcoholemia a su hermano pequeño. Lo hacía con confianza, porque
siempre estaba distraído con papiros y poetas.
Y como acabamos
tropezando en la misma piedra, así como eso de que hay que pelar las nueces
para comer sus frutos y colmarse de besos para que llegue el amor, ocurrió lo
que se veía venir.
El joven, nada más
partir sus hermanos se acercó a su cuñada y con todo cuerpo temblando le dijo:
-
Venía a por... por... (le costaba articular
palabras delante de ella)
Anna por su parte, que
había prometido que no volvería a amar de nuevo, se había dado cuenta en ese
momento que era el más hermoso de los hermanos y el que tenía los labios más
carnosos. No pudo evitar, un tanto turbada, acercarse al encuentro de su joven
cuñado, besándolo dulcemente y diciéndole:
-
¿Crees que me he estado entreteniendo con el néctar
de Baco?
Ante esa situación,
tienen que entenderlo, tenía que cumplir con mis obligaciones de nuevo, así que a desgana me dispuse a tensar mi arco y las flechas las embadurné..., esta vez con una
doble ración de pócima de amor. Tras mis disparos certeros, dejé que los
jóvenes disfrutaran su momento, una pícara sonrisa se dibujaron en mis labios, porque
preveía que la joven encadenada en su propio hogar, en breve se iba a
estremecer, reiteradamente, con las labios carnosos del joven.
No hay comentarios:
Publicar un comentario