La
muchacha soltera buscaba el amor,
Su
figura engalanada en la puerta del cementerio,
Como
un espectro lúgubre animado para la ocasión.
Era
la noche de los difuntos, el aire
desprendía un extraño hedor.
Era
la noche de los difuntos, con un tétrico
reflejo de luna.
Cerca
del Aljibe, los enamorados que perecieron juntos,
Crujían
sus esqueletos en una danza de pasión.
En
el patio de armas el señorito bailaba con el labrador
Era
la noche de difuntos, las madres celosas llenas de temor.
Sus
hijos guardaban del fantasma que buscaba amor,
De
laurel cubrían las ventanas, de sal el portalón.
En
la noche de Ánimas, el joven apuesto tañía las campanas con clamor,
Osado
y sin temor, no temía a los espíritus,
Sin
embargo aquella noche ¡cuánta desgracia!, ¡cuánto dolor!
La
vieja Jimena recorría las calles escudriñando cualquier rincón,
El
joven confiado no vio una rendija en el campanario,
La
muchacha soltera fue invocada y por la rendija entró.
El
alma en pena abrazó con ternura al joven,
Las
campanas dejaron de sonar, el silencio cubrió al pueblo de temor.
Y
el espectro de la muchacha detuvo su
corazón.
Ahora
cada noche de Tosantos, desde la Torre
al Cementerio,
Las
nupcias resurgen en macabra celebración.
Y
las madres celosas guardas en sus casas a sus hijos con mucha aprensión.
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