La educación, en el buen sentido de la palabra, no es una
mera transmisión de conocimientos. Incluso no es solamente la adquisición de un
conjunto de competencias, término muy de moda en la actualidad en los centros
educativos.
Al fin y al cabo, si cambiamos el nombre de los conceptos y actuamos
de la misma forma, solo se produce un cambio real en la apariencia, sin que
exista mucha variación en los patrones usados desde siempre, de cómo se han
hecho siempre las cosas.
Se extrañarán algunos de mis asiduos lectores;
verdaderamente espero que esto último sea así, “que tenga algunos…”, que tome
en este escrito un tono tan circunspecto y técnico, expresándome como pedagogo;
para ello soy “licenciado” en estos menesteres. El entrecomillado viene a
colación por dos debates distintos, para los amantes de la historia, que fueron
apasionantes, que hemos tenido la suerte de vivir de lleno en las pasadas
Jornadas de Historia y Arqueología de Jimena de la Frontera.
Así que se trabajan
competencias; no obstante, no siempre es una premisa fundamental el cultivar la
creatividad y el aprendizaje por descubrimiento. Además, nos encontramos con que la
educación en este aspecto puede derivar en dos alternativas diferentes: por un
lado, permite cultivar la creatividad; por otro, caminando en esas mismas pautas
de actuación de siempre, puede llegar a ahogarla.
En lo relativo a la educación patrimonial, se considera como
la acción pedagógica dirigida a fomentar la preservación y difusión de nuestro
patrimonio cultural.
Si hablamos de forma específica del
Patrimonio Histórico y Arqueológico, se dirige al conocimiento de la herencia
legada por nuestros antecesores a lo largo de los siglos en este mismo espacio
geográfico, al conocimiento de nuestra propia identidad y a la construcción de
la memoria colectiva. Para comprender el presente, es una condición sine qua non, así como para construir el futuro.
Si queremos sembrar, hay que educar en actitudes, no solo en
conocimientos; es obvio que requiere diversos recursos pedagógicos para
intervenir con los menores; para ello se considera que el constructivismo y el aprendizaje significativo responden muy bien a estas premisas.
Evidente que cualquier acción debe de adaptarse al desarrollo cognitivo que se plantee; no es lo mismo abordar
proyectos en Educación Infantil que hacerlo en el 3.º Ciclo de Primaria; no por
ello hay que dejar de compartir la necesidad de sondear sus conocimientos previos en
el inicio y de favorecer el aprendizaje por descubrimiento.
De forma específica, el uso del teatro como una herramienta educativa,
en general, para cualquier materia, cuenta con un gran potencial, no solo
porque favorezca la expresión corporal o porque facilite la pérdida de la vergüenza
cuando se actúa ante un público, que no dejan de ser interesantes. Ni porque se
busquen grandes obras, o por el hecho de buscar buenos actores, o crear
espectadores, se trata de educar y se trata de favorecer la creatividad desde
lo cercano, desde lo cotidiano.
No obstante, ¿el teatro puede servir para educar hacia la
sensibilización y difusión del patrimonio? Estoy convencido de que sí, como
una herramienta entre otras muchas, como un recurso más, eso sí, con unas
posibilidades formidables.
Las últimas representaciones que se han llevado a cabo lo
demuestran, ya sean pequeñas obras o guiñoles, en una creación colectiva de carácter
histórico, dando cabida a lo cotidiano, en donde en los ensayos requieren una condición
fundamental… dejar paso a la improvisación. Se crea un borrador, se presenta y,
si gusta, se convierte en texto abierto en ese momento.
Curiosamente, las experiencias vividas en estos dos años con
la Asociación Tanit y la Asociación El Corral de la Paca, a la mayoría de los menores les cuesta modificar el guion
escrito y les parece extraño que se les pida improvisación, eso en un principio;
les cuesta desatar su creatividad solo en un principio; afortunadamente, su creatividad sigue intacta, no tarda en aparecer.
Teniendo en cuenta que, más que el resultado final en sí, lo
verdaderamente enriquecedor es el proceso. Al final te hace sentir un enorme
orgullo cuando el grupo se cohesiona, favoreciendo las interacciones sociales y
haciendo el texto suyo, dando riendas sueltas a su creatividad, aprendiendo
historia y estimulando un enriquecimiento grupal e individual hacia el
patrimonio, hacia lo que somos, hacia nuestra propia identidad.

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