Don Juan, Rey de Castilla y de León, había tomado muy en cuenta
las cartas recibidas de su Mariscal D. Pedro de García Herrera, se encontraba
muy agradecido, meses antes, en una gran gesta. había logrado tomar por
sorpresa la villa de Xemina a Muhammad IX, rey de Granada, para que fuera
incorporada al Reino de Castilla.
En una de ellas le hacía una relación del castillo y la villa, ya
que se encontraban en algunas partes mal reparados. De forma que en la fecha de
29 de mayo de 1431 se produce la primera “oferta para albañiles” que se conoce
en el municipio de Jimena de la Frontera.
El Rey había dispuesto a los regidores de Jerez la orden para que
se enviaran dos maestros albañiles para que se pusieran manos a la “obra”. Así
mismo que estudiaran y dieran presupuesto los reparos hechos por el Mariscal,
no sólo en el Castillo, también en la Villa, para saber lo ya gastado,
delimitando cuántos maravedíes se habían invertido hasta ese momento, bajo el
juramento del mismo Mariscal ante el escribano y contador mayor del rey. Todo
lo que se cuenta se encuentra documentado en los archivos de Jerez.
Advertir que no se conoce cómo se había
realizado el proceso de selección, tampoco los detalles de la labor realizada
por los maestros albañiles. De momento dejemos paso a que la imaginación
resuelva los enigmas encontrados, no por ello sin aderezarlos con documentos de
la época y material de expertos de la actualidad.
En realidad con este relato comienzo una serie de entradas en el
Blog, llamadas “Crónicas Castellanas”, que se irán intercalando con la serie
“El al-Qaid de Ronda”, relatos históricos, que en ambos casos muestran una
mirada del turbulento período entre 1431 a 1456, desde el lado castellano, así
como, desde la zona granadina y, en general, en la frontera en su zona
septentrional. Tiempo que Jimena de la Frontera estuvo absolutamente inmersa de
ese periodo tan apasionante como turbulento. Espero que les guste…
El mariscal había venido de nuevo
a visitar la villa, que había quedado despoblada tras su conquista hacía ya
tres meses. Se había convertido en un puesto militar avanzado en territorio
nazarí, en ese momento con todo un espectro de depredadores primarios: adalides,
almocadenes, almogáraves, homicianos, etc., en esas condiciones entendía
que no sería posible la repoblación cristiana, no era viable hasta que no
cambiasen las circunstancias. Además
conocía las dificultades que se
presentaban ya que los que gastos necesarios dependerían de las poblaciones cercanas,
especialmente de Jerez, con un alto gravamen para su mantenimiento.
Antes de dejar la villa en manos de su primer Alcaide, D. Pedro
García de Herrera había querido dejar atado que Xemina sería consolidada en el
Reino de Castilla. Necesitaba medidas de seguridad, bajo la amenaza
omnipresente de los nazaríes, por su pertinaz posición estratégica cercana al
estrecho, gozne del Reino de Granada y África.
De forma, que informa al Rey, Juan II, de la necesidad de contar
con lanceros, ballestero y peones para su defendimiento. Tampoco quería que
faltasen víveres y armas. Además de solicitar dos maestros albañiles, que
esperaba esa misma mañana.
Había encomendado la misión de traerlos a la villa a su adalid
Juan Viudo y al criado de éste, Luis. Era consciente de los riesgos que
conllevaba, no por la seriedad de su adalid, sino por el desastre de su criado.
Así que se sintió aliviado cuando le avisaron que acababa de llegar a la
fortaleza su adalid con la tarea realizada, traía a dos buenos albañiles de
Jerez, Diego, de mayor edad, y el joven Manuel. Los maestros estarían dos
meses realizando los trabajos que tenía previstos el mariscal, pagando un
jornal de 30 maravedíes mensuales a cada uno de ellos, aparte el rancho
diario.
Otra de las cosas que había dejado encargadas a su adalid y su acompañante era el abastecimiento. Para ello estaban llegando las recuas a la fortificación, ciertamente cargadas, era incuestionable la facilidad de Luis para moverse y negociar con su caballero en la zona fronteriza. Si Luis había negociado con los comerciantes era evidente que no faltarían las tinajas de vino.
Sus recelos se despertaron cuando se dio cuenta que existía mucha
complicidad entre Luis y Diego, el más expertos de los dos maestros albañiles,
sin dudas se conocían hacía tiempo. En cada descuido se pasaba el uno a otro
una azumbre de vino que trataban de esconderlo. Que parece que daba las pistas
de los vericuetos del proceso de selección de los albañiles.
De esa forma el mariscal quiso recorrer con los dos albañiles,
Juan Viudo y Luis todo el perímetro de la fortaleza, comprobando paseos de
ronda, barbacanas o el estado de las torres albarranas, que ascendía a un total
de 14, así como reparar las viviendas que se encontraba en el mismo patio de
armas. Tenía la intención de que se pusiera a trabajar el día siguiente sin
falta, antes de abordar los reparos previstos en la villa.
En la muralla oriental, que
tenía enfrente la villa nazarí de Casares, tendría la primera faena los
maestros, con los reparos
previstos para un retranqueo en la segunda muralla, para que la muralla segunda
quedase convertida es una falsa barbacana defensiva y camino exterior de ronda,
para ellos tendrían a sus disposición a dos canteros y tres peones. Manuel, el
joven oficial albañil, les acompañaba, ya no estaba Diego, su veterano
compañero ni tampoco Luis.
En ese momento, tal vez en el último trayecto del camino, desde la segunda torre, la ubicada en la zona norte, que dotaba de especial singularidad al recinto, se habían perdido los dos amigos definitivamente. Parecía cierto que se encontraba relacionado con la situación donde se guardaba las provisiones, con una ubicación cercana a la citada torre, era obvio que los amigos se habían perdido para proveerse de vino.
Lo que además de alerta al mariscal y su adalid, les llevó a que
les provocara un gran enfado. Cuando llegaron a los almacenes estaban tumbados
en el suelo, el uno al lado al otro, cada uno con una redoma de vino a su
lado, ya prácticamente gastadas. El mariscal estaba a punto de ordenar a su
adalid y al joven albañil que los despertarse a que fuese a varazos, cuando
levantó la vista y se dio cuenta del buen trabajo de Luis en la frontera, su
enorme facilidad para moverse en ese espacio, no pudo evitar quedarse de nuevo
sorprendido.
La recuas había llegado cargadas, claro está, además un millar de virotes, armas diversas y un buen acopio de víveres, no faltaban las vasijas de vino. El mismo mariscal lleno las redomas de vino y, entre carcajadas, despertaron al buen buscavidas y su acompañante para que lo celebraran con ellos, así D. Pedro García de Herrera, conocido como "El hombre que tomó Jimena", gracias a Luis, se podía decir que se encontraba de verdad alegre.
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