lunes, 8 de octubre de 2018

Si alguien no conoce el arte de amar... es porque no conoce a Ovidio


Es cierto que el amor puede ser despiadado y llenar de tormentos nuestra existencia, tanto cuando las flechas de Cupido nos aciertan con sus disparos certeros, así como cuando buscamos algo menos recatado y  lo que pretendemos realmente es colmar de erotismo todas nuestras apetencias.

Tan cierto que son necesidades vitales para todas las mujeres y los hombres, a pesar de las enormes diferencias temporales, porque no es lo mismo la apasionante Roma, que la rígida sociedad católica de hace un siglo. Ni tampoco las diferencias espaciales, porque aún hoy en día en algunos países lapidan a adolescentes acusadas por sus maridos, de mucho más edad, por adulterio.

Al fin y al cabo el amor pertenece a la vida cotidiana y está llena de gente experta que lo sabe todo. Aunque nadie tan enormemente creativo y “didáctico” como Ovidio en su Arte de Amar, pleno de consejos prácticos para seducir y conquistar, tanto para las mujeres como para los hombres. Pues a pesar de que está escrito hace ya más de dos milenios, sigue conservando una sorprendente frescura.

Antes de entrar en una muestra de su talento, es interesante situarnos en el lugar que lo desarrolla… el fascinante mundo de Roma. Varios fueros los poetas latinos que rebosaron tanto ternura como pasión en sus versos, aunque nadie como Ovidio, que nos lleva a una verdadera reflexión sobre la vida y la libertad individual de mujeres y hombres.

 El autor se desenvuelve en el final de la República, Augusto se convierte en el primer emperador del imperio romano. Y Ovidio se sitúa en conflicto directo con el emperador, porque éste quiere divulgar la moral y las ideas conservadoras. Augusto trataba de controlar una sociedad llena de adulterios y vida disipada, relajada en valores morales.
Así decretó las leyes Julias, que castigaba con dureza los delitos contra el honor de la familia. El Arte de Amar había obtenido un enorme éxito provocando su enfado y del sector más conservador de Roma. Ovidio fue condenado al destierro en una oscura región del Mar Negro, aunque se ha discutido sus causas, puede que un posible desliz con Julia, la nieta de Augusto,  no obstante se justificó como medio para preservar la moral, que precisamente no la guardo el viejo emperador en su juventud.

Adelantemos algunas de sus orientaciones. Para Ovidio el Circo, como otros espectáculos públicos, ofrecía de las mejores oportunidades para las conquistas. Incitando a sentarse muy cerca de la amada y pegarse a ella todo lo que uno pudiera. Hoy en día con el creciente interés de ambos sexos por el fútbol podría ser comparable. Aconsejaba conversaciones sobre tópicos, por ejemplo, “este año ganamos la liga” o “el próximo fichamos a Messi”.

Claro está, siguiendo al maestro Ovidio, si ella es del Madrid, nosotros del Madrid también, si es del Betis, nosotros del Betis, Si aplaude a un jugador en especial, la acompañamos con sentimiento en el aplauso. Nos alienta  que si hay una mota de polvo en la ropa de nuestra amada, la limpiemos con nuestras manos con delicadeza, si no hay mota de polvo… también la limpiamos con delicadeza: Y si su rebeca, en las frías tarde del domingo de Liga, ahora viernes, sábado, domingo y lunes, cae al suelo, no tiramos con diligencia a recogerla, con suerte si lleva vestido, obtendremos el premio merecido.

Ofrece unos sabios consejos a las mujeres para hacer el amor, haciendo hincapié de su fiabilidad, por su larga experiencia. Solicita que no falten los dulces susurros hacia el hombre, que se deje sentir el placer en lo más hondo de las extrañas y que no calle las palabras lascivas en los juegos. Y sólo cuando sea necesario fingir, porque no se encuentre placer con ese hombre “o” en ese momento “u” ambas cosas, que con los movimientos, miradas y jadeos no llegue a notarse.

En realidad son tan sólo unas pinceladas del “Ars Amatoria” o Arte de Amar de Ovidio. Un poeta que entretiene y, lo más difícil, te hace sonreír. Es obvio que hay que disfrutarla como una lectura desenfadada de un soberbio poeta que llega a cautivar a las mujeres y hombres de su tiempo, “a riesgo” de considerarla un magnífico tratado “didáctico” de sexualidad, déjense envolver con su lectura en esa estrecha relación entre amor y erotismo que impregnan sus versos.

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