jueves, 24 de septiembre de 2015

La educación nazarí en Samniya




"Yo te enseñaré a recitar el Corán -dice el Profeta- y tú no lo olvidarás"


En el día 3 de Chawwâl  del año 703, en la primera década del Siglo XIV cristiano, el mu´allin, Ibn Tufail, se encuentra de pie en la orilla del río que rodea la fortaleza fronteriza  de Samniya, en una mano lleva una caña de bambú, en la otra una tablilla con inscripciones árabes. A su alrededor un grupo de niños y niñas, acomodados en la arena y en piedras como asientos, atienden  a sus palabras.


Como en cada día yawm as-sabt, primer día de educación, tras el día de descanso,  si el tiempo lo permitía, Ibn Tufail trabajaba con los pequeños con el rumor del río cercano, al aire libre, dejando las estancias de la martab para los restantes días. En primer lugar los niños, mediante una repetición monótona, memorizaban y aprendían versículos del Corán con la entonación que su maestro le enseñaba y exigía.


"Contigo sea la paz, la misericordia y las bendiciones de Allah."´


Sin dejar de lado los ejercicios con algunas reglas de operaciones numéricas y de cálculo, completaba su instrucción con la recitación de versos, como en esos días solía acudir al poeta  Ibn al-‘Arabī , uno de los mejores ejemplos para poder explicar con versos, el tránsito del amor terrenal, al amor hacia Dios.



Una descripción santa y elevada enseña
que mi verdad tiene un pasado.
Por ello, aparta tú el pensamiento de lo exterior
y busca el interior para aprender.

Ibn Tufail sabía que la posición sobre la educación en la sociedad cristiana y musulmana era muy diferente. Los estudios en la parte cristiana de la península ibérica se unía a la nobleza y el clero, tan sólo a una pequeña parte del población, además de esa pequeña parte mayoritariamente a los hombres. 

Sin embargo, la escuela elemental del Reino Nazarí de Granada, en ese momento gobernada por Muhammad III, acogía a niños y niñas hasta los doce años. Que a través del Corán aprendían a escribir y leer, sin dejar de lado la iniciación a la ciencia, la aritmética o el conocimiento de la poesía. 

Nuestro maestro, en la villa fronteriza de Samniya, era además muy especial, en su juventud había tenido la oportunidad de viajar, estudiar a los poetas y místicos en Granada y tenía entre sus experiencias más valiosas la peregrinación a la Meca, al santuario de la Kaaba.

De esa forma era un maestro muy venerado, que retornaba a la tierra que le había visto nacer hacía varias décadas, en un tiempo que todavía se respetaba y veneraba por la sabiduría que atesoraban a las personas y lo habían demostrado a lo largo de su vida.

Ibn Tufail, religioso profundamente, defendía la libertad del hombre por encima de cualquier complejo místico o religioso, aún así, representaba un hombre místico en todo su espíritu, pero despojado de fundamentalismos, quizás influenciado por el conocimiento griego, tan presente en la España musulmana.

Esa inquietud andalusí de contactar con otras culturas, llevada a cabo por la traducción, iniciada en el Califato de Córdoba y continuada en el Reino Nazarí, hace que la tradición musulmana de la península beba de la cultura helénica. Lo que le llevaba a hacer propio el viejo proverbio árabe: "el que hace un viaje por la ciencia, le facilita Dios el camino hacia el Paraíso"

De entre sus alumnos destacaba, como nunca lo había hecho antes ningún otro, el pequeño Asir, en su primer año en la martab, con una memoria prodigiosa y gran inteligencia, se entregaba a los suras del Corán y a los viejos poetas con una pasión y sensibilidad, que a pesar de sus experiencias, no dejaba de asombrarle.

Intuía que sus logros estaría en lugares lejanos, sin embargo no era consciente que esta tierra que embriaga con sus paisajes, sus olores, sus colores y sus gentes, así como por el primer maestro que le indica el camino hacia la piedad y la virtud, le marcaría, llevando sus recuerdos a lo largo de su notable existencia. 

Como el recuerdo del día que parte de Samniya para no volver, con la vista atrás hacia el Castillo que domina el Cerro, camino de Al-Yazira, con la mirada triste y lleno de ilusiones, dejando atrás su infancia más temprana y su maestro, no obstante, esto tal vez corresponda de relatar en otro momento.












            






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