domingo, 5 de junio de 2022

LA HISTORIA DE ROMA CONTADA POR CUPIDO: PRIMERA PARTE, UNA NUEVA TROYA

 


LA HISTORIA DE ROMA CONTADA POR CUPIDO

El soberano Júpiter no se le ocurre otra cosa que encargarme que les narre la Historia de Roma. Como si no se hubiera escrito sobre ella cientos y cientos de veces. Ya que no puedo desobedecer, sí lo que lo voy a hacer a mi manera, aunque eso me lleve al castigo del dios de los cielos.

Porque se las voy a contar de una forma amena, les prometo dejar lo más lejano posible los monumentos y batallas, porque vamos a darle animación al mármol y a las piedras, para que tomen vida los tormentos, las alegrías, las flaquezas, los vicios y las manías, todo esas menudencias de esos hombres y mujeres que rindieron culto a los dioses y diosas del panteón romano, mi hogar.

PRIMERA PARTE: UNA NUEVA TROYA

Todo comienza cuando los héroes griegos, como Ulises y Aquiles, conquistaron Troya pasando por la espada a sus habitantes y asolando con fuego la ciudad. Uno de los pocos se salvaron fue Eneas. Normal, estaba protegido por los dioses, se lo digo yo, que lo sé de primera mano. Porque su destino estaba predestinado: fundar una dinastía en la península Itálica, una nueva Troya, que daría lugar al más fascinante imperio nunca conocido, el Imperio Romano.

Eneas era príncipe de Dardania, un día su padre, Anquises, se encontraba visitando sus campos con sus quehaceres diarios. El “pobre” no sabía que Júpiter me había enviado con una flecha untada con hechizos de amor para mi madre, la Diosa Venus, como venganza porque era la diosa de la picardía y era la culpable de que los dioses se enamoraran de las mujeres mortales.

De tal forma que Venus quedó prendada por Anquises y llena de lujuria se lo llevó al huerto florido. De ese encuentro paso lo que tenía que pasar: a los nueves meses llegó Eneas.

Eneas estuvo hasta los cinco años en el panteón, hasta que su madre se lo devolvió a su padre Anquises donde creció fuerte y apuesto. Tal fama llegó a tener que se casó con Creúsa, princesa de Troya e hija de Príamo, su Rey.

Cuando los griegos sitiaron la ciudad de Troya, Eneas fue uno de los héroes más destacado. Aunque luchó con ahínco tras la muerte del príncipe Héctor y, más tarde, del Rey Príamo, supo que todo estaba perdido, así que huyó con su hijo Ascanio y su padre Anquises, más cuando se dio cuenta su esposa Creúsa se había quedado atrás. No pudo salvarla, allí quedó rodeada de enemigos y fue asesinada.

“¡Oh, doncella más feliz que ninguna, hija de Príamo enviada a la muerte bajo un túmulo de enemigos bajo las altas murallas de Troya!”

No obstante guió a los suyos para que pudiera huir. “Vete a Italia”, le decía a Eneas insistentemente el espíritu de Creúsa. Irónicamente añadía: “no te olvides llevarte algo de comida para el camino, que eres muy olvidadizo

El viaje hasta la península Itálica fue toda una epopeya, un largo trayecto plagado de dificultades que no hubiera resuelto, a no ser por la ayuda constante de los dioses. Su padre pereció en Sicilia y como uno de los encuentros más importante, su paso por Cartago, tras ser desviado por una tormenta.


Allí conoció a la Reina Dido y quedó hipnotizado de su belleza.  Y tras una larga noche de amor desmedido, encendieron la pasión correspondida del uno por el otro. En Dido ardía la llama del amor por el héroe troyano, por ello, tras la noche de frenesí, pensó que estaban casados y le propuso que gobernaran juntos los dos pueblos, los cartagineses y los desterrados de Troya. Eneas aceptó de buena gana.

Pero, como les decía, su destino estaba predestinado, así que el soberano Júpiter envío a Mercurio, Dios mensajero, para enderezar de nuevo su camino. Mercurio le dijo a Eneas sin contemplaciones en nombre del mismísimo Júpiter: “¡Qué te hagas a la mar!”,  recordándole que ya le habían salvado varias veces en Troya y otras tantas en su largo peregrinaje, además agregó “¡Por la cuenta que te trae!”.

De noche y a escondidas los troyanos tomaron rumbo hacia Itálica. Dido, despechada y su corazón roto, se clavó hasta las entrañas una espada que su amado le había regalado, no sin antes decir: “prometo odio eterno de mi pueblo, Cartago, con la nueva Troya”. Más adelante les narraremos las empecinadas guerras de Roma con Cartago y algunas anécdotas que no voy a dejarme en el tintero.

Tras largas vicisitudes los troyanos llegaron a Itálica y navegaron río arriba por el Tíber. La casualidad hizo que el Rey Latino no tuviera más que una sola hija, Davinia, una hermosa princesa con muchos pretendientes. Y además a Latino le habían predicho que su hija se casaría con un extranjero, que haría muy famoso el nombre Latino.

Cuando las naves se asentaron río arriba, mandó unos obsequios a la ciudad de Latium, con la garantía que venían en son de paz y que ayudarían a proteger el reino de Latino. El Rey recordó la profecía y lo hizo su yerno. De tal forma que se casó con la hermosa Lavinia


El Rey Turno de los Rutulos, que pretendía a Lavinia, entró en guerra con los troyanos. Todo acabo en el mismo turno, es decir con el Rey Turno atravesado por la lanza de Eneas, con ello acabó la guerra. Eneas entonces fundó la ciudad de Lavinio, en honor a su esposa.

Tras la muerte del Rey Latino los troyanos se convirtieron en latinos. Le sucedió su hijo mayor, Ascanio, que fundó la ciudad de Alba Longa. A la muerte de Ascanio, Silvio, hijo de Eneas y Lavinia, impugnó el trono de Iulo, hijo de Ascanio. Los descendientes de Eneas, a través de la estirpe de Silvio, gobernaron Alba Longa durante el resto de la existencia de esta ciudad.

Generaciones más tardes, Amulio le robó el trono a su hermano Numitor, matando a sus hijos, solamente dejó con vida a su sobrina Rea Silvia, que sería la madre de los fundadores de Roma, pero esa es otra historia que le contaremos en la siguiente ocasión.

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