Las travesuras de
Cupido... Nochevieja con mango
Es normal que la
salud me afecte para cumplir mis obligaciones como dios del amor y ayudante de la
diosa Venus, lo que estaba provocando un serio disgusto en el Panteón Romano,
la casa de todos los dioses y el enfado de Júpiter, dios soberano, vengativo y
cruel con quienes no cumplían con sus designios.
De esta forma, con la intención felicitar un nuevo año, he visto necesaria preparar una de mis pícaras travesuras. Como el Panteón ya se estaba preparando un banquete para la última cena del año, con la mesa colmada de ricos manjares y deliciosos néctares, como el que no quiere la cosa, me dio por probar ese fruto anaranjado, con una mixtura dulce y agrio que se encontraba sobre la mesa.
No podía ser de otra
manera, asiendo dos flechas de mi carcaj
mágico, las froté con esta fruta exótica y me puse a la búsqueda de las
víctimas propicias para mis travesuras. Gracias a Mercurio, dios de los
mensajes, la comunicación y la fronteras, entre otros y que en la actualidad
también se ha convertido en un usuario avezado de las nuevas tecnologías y las
redes sociales, me transmitió un curso adelantado de herramientas de internet
para buscar pareja, con solo tocarme con su caduceo de olivo.
Así, que a través de
la red “Solteros50”, configurada para personas maduras y con fama en más de 30 países,
encontré en la misma ciudad a Alicia y Manuel, que buscaba con premura alguien para
compartir la cena de nochevieja. Prepare mis dardos amorosos y con mi puntería
certera que me caracteriza me puse en la faena... todo lo demás se encargó de
hacerlo el mango.
PREPARATIVOS PARA LA
CENA
Alicia se regocijaba
de placer con el resultado de la receta, le producía tan dulce estremecimiento
en su piel, que pensaba... ¡Ay no sé qué
tiene el mango!
Había dispuesto en
una ensaladera grande trozos de pollo macerados con romero, sal pimienta y
aceite de oliva. Después de 30 minutos aliñados los pasó por el horno 50
minutos para que estuvieran crujientes. Y al sacarlo del horno añadió los
trozos de mango y lo roció de forma generosa con miel. Ella se sentía mojada
imaginando a Manuel saboreando el dulce pollo afrutado con el mango.
Manuel deseaba
conquistar el paladar de Alicia, soñaba que sus labios se sentirían tiernamente
reconfortados con el maridaje del salmón con el mango. Así que se colocó el delantal
de las ocasiones más especiales. Y comenzó como a él le gustaba, con seguridad, hablándose a sí mismo, pasito
a pasito, se decía:
Exprime el limón
Manuel y reserva su jugo. Coloca la cebolla y un tomate picado en un bol. El
salmón no debe tener ni una sola espina, riégalo con una cucharada de limón,
otra de mostaza y cilantro, no se puede olvidar salpimentar, como dice Enrique,
y que repose en la nevera tapado desde la noche anterior.
El mango hay que
darle pasión y delicadeza para cortarle su pulpa, añadimos otra cucharada de
limón, salpimentamos de nuevo y mientras lo mezclas mueve tu lengua alrededor
de tus labios y pronuncia el nombre de Alicia tres veces.
Como último paso en
una ensaladera lo mezclamos todo adornado con parmesano y cilantro. Manuel
sentía el cuerpo de Alicia estremecerse en cada bocado de su plato en esa
noche.
Es verdad que la cena
en la casa de Alicia comenzó muy formal, es una pena que no llegaran a terminar
los platos tan minuciosamente preparados, sin embargo me queda la satisfacción
que en esa noche recorrieron sus cuerpos desnudos, impregnados sus labios con
esa mixtura tan apasionada del mango, así, hasta que las primeras luces del
alba, del primer día del año, los despertó abrazados.
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