martes, 19 de abril de 2016

¡¡¡Va por ustedes!!!






La Princesa Fátima y el Escribano.

Voy a relatarles unos sucesos y una historia fascinante, mi nombre es Abdel Haqq, yo era un funcionario del Sultán de Granada, me ordenaron que acompañara a la princesa Fátima en un asombroso viaje como escribano, para que dejara constancia de todas las maravillas que fueran conocidas por la princesa, dejando señalada las ruta por si alguna vez el cruel gobernante quería destruir a un mundo hechizado que debíamos visitar bajo sus órdenes.


Aunque, en realidad, todo comienza con la muerte del sultán anterior, contaba las leyendas nazaríes que había sido envenenado por sus hijos, Fátima y su hermano uterino, para que éste pudiera subir al trono. Los remordimientos sumían a la princesa en una honda y duradera tristeza. Su hermano conocido por su crueldad, tenía una debilidad, porque quería profundamente a su hermana y no sabía cómo apaciguar su dolor.



El sultán conocía una leyenda de una extraña puerta que tenía el poder de transportarte en el tiempo, además era la entrada de un hermoso lugar coronado por una fortaleza, que en primavera se llenaba de flores por dentro y dejaba cautivados a los viajeros en la puesta de sol hacia el poniente.


Ese lugar estaba impregnado de la fuerza de una antigua diosa púnica, que se le rendía devoción en Túnez, tras una colonización de los fenicios, que antes le habían rendido culto con el nombre de Astarte en las tierras del Canaán. Tanit era la Diosa de la fertilidad, del amor, además en esta tierra deseada su culto estaba embebido de influencias de los antiguos dioses de los pueblos ibéricos de la zona.


La sacerdotisa principal de Tanit era la patriarca, que imponía su mandato desde el conocimiento y la sabiduría, por ello era respetada y venerada. Entre sus fieles seguidores se encontraba buenos conocedores de la historia, sacerdotisas de la naturaleza, guardadoras de los manuscritos, hombres barbudos, transmisores de sus ceremonias, así como un resplandeciente coro de sacerdotisas vestales.


En el camino, a través de la Serranía de Ronda, se hizo necesaria una parada en Benalauría, para aprovisionarnos de víveres, Fátima soñaba que sería un lugar hermoso para desposar a unos jóvenes enamorados. Allí encontramos una Alseide, que nos mostró el camino de la fortaleza misteriosa, ya en un apacible lugar cercano, a dos leguas de nuestro destino, siguiendo sus instrucciones, bordeamos un río colmado de naranjos y tomamos el camino directo a nuestra ventura..


Ante la belleza de Fátima, el maestro de ceremonias del lugar, quedó embelesado y ordenó a una Hamadríades que se deslizara por la puerta del tiempo para hacer la llamada a la Diosa, ceremonia que siempre dejaba admirado a todos los que teníamos la suerte de sentirlas dentro de sus almas. Cuando la Hamadríades se deslizaba por las puertas del tiempo, ante la invocación de las sacerdotisas, la Diosa hizo su presencia en forma de dos Oréades, que abrieron las puertas de la fortaleza y nos guiaron con dulzura en nuestro trayecto.


Al sobrepasar la puerta una música con duende desgarraba lo más recóndito de nuestras entrañas, que nos llevó a una historia representada por las habitantes del lugar, que relataba una gran gesta, que dejaba olvidado el amor, aunque olvidar el amor no quisieran ni pudieran olvidar.


Los estandartes y las banderas al viento, la música de los tambores y trompetas al son del viento, al viento nuestros corazones conmovidos cuando triunfó el amor, que hizo que Fátima se transformara en ave, que inició el vuelo hacia el paisaje verde que buscaba la puesta de sol. Había cesado su tristeza, Tanit la había convertido en liberación.


Mientras tanto, pobre de mí, no podía regresar a Granada, por temor a las consecuencias que pudiera traer al enterarse el Sultán cruel la pérdida de su hermana, no obstante, por la visita de unos viajeros, enviados por la Alseide de Benalauría, pudimos saber que tras una conspiración fue mandado degollar por su sobrino, el nuevo sultán, que mientras reinó trato que se olvidara el periodo de gobierno de tan cruel sultán.

Pero ya mi corazón había sido cautivado por esta tierra y cada día cruzó la puerta del tiempo, por los poderes delegado por la gran sacerdotisa de Tanit, para relatar las aventuras de todos aquellos, que de forma temeraria se atreven a introducirse a través de la mágica puerta del tiempo.

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