Extraído en: "La Higueruela Jaén" |
Al amanecer, con los caballos ya extenuados, entraban en la ciudad de Ronda. Después de ordenar a sus hombres que se retiraran, se dirigió directamente al palacio de Ibrahim b. Muhammad al-Qabsani, al-Caíd de Ronda, acompañado de María.
En cuanto estuvo delante de su al-Caíd solicitó que la
cristiana fuera tratada como una huésped de honor y no como una cautiva,
Ibrahim que conocía bien al mejor de todos sus hombres, accedió a sus deseos
con una gran sonrisa, nunca había visto su lugarteniente embriagado por una
mujer de esa forma.
Después de retirar a María a sus aposentos, Abdel relató
detalladamente todo lo que le había acontecido. Ibrahim, sorprendido de su
valentía, ordenó a su oficial que descansara de inmediato, ya que necesitaría
todas sus fuerzas Una vez realizados los preparativos partirían con su
guarnición hacia Málaga, donde se encontraba el Visir Abu I-Qasim b. al-Sarray
con sus tropas, reconocido como un alto dignatario de la corte nazarí y uno de
los más importantes jefes militares de sus ejércitos.
Llegados a Málaga, el al-Caíd de Ronda y el Visir
estuvieron reunidos durante largo tiempo, les acompañaba un renegado que se le
conocía por “mamalik”, diestro del terreno malagueño palmo a palmo. También se
había solicitado la presencia de Abdel Karim, puesto que participaría
activamente en la celada que habían preparado a las tropas de Saavedra, la
suerte de la razzia cristiana estaba ya echada.
Ajenos a los preparativos de los nazaríes, Juan de Saavedra
y el Caballero Ordiales partieron desde Ximena con 300 caballeros a caballo de
los mejores y 400 peones de infantería elegidos por ellos mismos, entre ellos
buena parte de la guarnición de la villa, entrando en territorio granadino en
la fecha del 10 de marzo de 1448. Las huestes cristianas corrieron el terreno
durante tres días hasta alcanzar el valle de Cártama, dejando a un lado las
grandes poblaciones, quemando cultivos, realizando talas y requisando el botín
de valor de lo que encontraban en el camino.
Ya de vuelta a casa, con el trabajo hecho, confiados por el
enorme éxito de su empresa, admiraban los valles cercanos a Marbella,
abundantes en trigos, donde sus uvas no tenían parangón en todo el reino
granadino y celebraban como hormigueaban los nogales y castaños. Desde Istán,
siguiendo el Río Verde, se encaminaba hacia cerca de la desembocadura y a su
amargo destino.
En el momento que se propusieron vadear el río su
retaguardia fue atacada por un grupo de nazaríes, formado por cien
experimentados jinetes, encabezada por Abdel Karim, dejando en el suelo a
varios peones caídos con flechas en sus corazones. Creyendo que sólo tenía que
enfrentarse contra ese grupo, Saavedra y Ordiales ordenaron a las huestes
cristianas que cargasen con brío contra ellos. El naqib y sus hombres no solamente
evitaron el ataque, sino que con sensatez se replegaron e iniciaron la huida.
Los cristianos iniciaron la persecución de forma decidida. La celada estaba
dando buenos resultados.
Por lo quebrado del terreno, los cristianos no podían
apreciar el gran contingente de soldados nazaríes que les esperaban. Se trataba
de una antigua táctica de la caballería ligera de los bereberes, utilizada por
los nazaríes, “karr wa-farr”, que simulaban una huida para cargar contra el
enemigo al ser perseguidos, con la que obtuvieron no pocas victorias.
Extraído de: https://line.do/ww/al-andalusen-historia/zj7/vertical |
Solamente lograron escapar cuatro caballeros, aprendieron a
150 prisioneros y el resto de tan numeroso grupo dejó el Río Verde más negro
que la tinta. Allí, también dejó su vida el caballero Ordiales, defendiendo a
sus hombres y derribando a más de un granadino, hasta que fue abatido
mortalmente por varias lanzas enemigas.
Juan de Saavedra, que había sido derribado de su caballo,
se benefició del desconcierto y se ocultó en un jaral, allí estuvo todo el
resto del día sin que fuera descubierto. Cuando llegó la noche, acosado por el
hambre y la sed, vagó por el valle hasta que fue apresado por los soldados de
Visir. Trasladado a Granada, dos años más tarde fue rescatado en el “Meswar”,
con la aportación económica del propio Rey Juan II de Castilla y León.
La noticia de la pérdida de tantos hombres cayó como un
jarro de agua fría en Jerez, Sevilla y la Corte. En un principio incluso se
pensó que había caído Juan de Saavedra, de tal forma que fue considerada “como
uno de los daños más señalados en esta frontera haya habido en mucho tiempo”.
Desde la Corte se enviaron misivas a las ciudades de
Sevilla y al Duque de Medina de Sidonia, para que reforzaran todos los puestos
fronterizos que quedaban en peligro. De hecho, después del desastre toda la
frontera estaba amenazada y los granadinos en condiciones óptimas de asolar el
territorio cristiano.
Jofre de la Cerda, dos semanas más tarde, con la mirada
perdida de nuevo hacia la Sierra Bermeja, perdía su vista con tristeza hacia el
territorio granadino, acababa de recibir refuerzos en víveres, armas,
caballeros y lanceros, se preguntaba porque motivo el azar les había protegido
cuando habían estado muy vulnerables ante cualquier ataque de los nazaríes.
Aunque en sus ojos sentía el profundo dolor por desconocer el paradero de su
hija, no sabía que ambas circunstancias estaban estrechamente vinculadas.
Descorazonado se retiró a sus aposentos, de nuevo pasaría la noche en vela,
preocupado por María.
En ese mismo momento se iniciaba la partida desde Ronda de
Abdel y María. El naqib había solicitado a su al-Caíd realizar este trayecto
sin la escolta de su unidad de caballería. A su pesar, la petición fue concedida,
el éxito cosechado en el Río Verde se debía a su valentía y le dejó partir con
su aprobación.
En el trayecto sus miradas se detenían de forma constante,
el uno en el otro, en ningún momento María intentó fugarse, aunque cabalgaba
sin estar atada. Sabía a dónde se dirigían. Asimismo era consciente del grave
peligro que se sometía Abdel, si cerca de la fortaleza ella avisaba de su
presencia darían cuenta de su vida.
Ya en el mismo río que fue apresada, muy cerca de la
fortaleza, Abdel sujetó las bridas de María y le dijo:
—La fortaleza donde se encuentra tu padre está a menos de
media legua de aquí, debes llegar caminando.
—Gracias soldado —contestó María mientras desmontaba.
Abdel desmontó del suyo, se acercó a María y la besó en la
frente. Ella como si se tratase de un impulso intenso acercó sus labios a los
del oficial y ambos se unieron de forma profunda. Cuenta que desde entonces
el río lleva la esencia de esos amores que te atrapan cuando bebes los suspiros
arcaicos de su cauce.
María inició el camino hacia la fortificación, sin mirar
atrás, en breve llegaría las primeras luces del alba, deseando fundirse en un
sentido abrazo con su padre, dejando a la orilla del río las esencias del amor
de frontera, que, sin embargo, la acompañaría a lo largo de toda su vida.
FIN.
FIN.
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