Enrique IV de Castilla |
"Curiosidades de nuestra historia, sorprendente vivencias del Rey que visitó dos veces Jimena"
Enrique IV nació en una
villa de Valladolid, a cinco días del año nuevo, del año del señor 1425. Hijo
de Juan II de Castilla y León y de María de Aragón, su primera mujer, la más
virtuosa de las mujeres.
Conocido como el
“Impotente””, afirma Marañón que no hay consenso entre los cronistas de la
época, situando entre sus detractores a Alonso Palencia, mosén Diego de Valera o Hernando del Pulgar y entre sus partidarios a Enríquez del
Castillo, que no contradice abiertamente su "supuesta" impotencia.
Nos encontramos con un abundante
material de sus coetáneos, que se debe usar con cautela, por la desorientación
que produce tantas contradicciones. Así que teniendo en cuenta estas
consideraciones, pasamos a relatar las “veleidades” y “curiosidades”, de los
matrimonios y la vida sexual de este rey.
Con la tierna edad de once
años se anuncia su matrimonio con Doña Blanca de Navarra, que tenía la misma edad.
Aunque hasta cuatro años más tarde no quedó fijada la fecha para su consumación.
Conforme a la costumbre de
Castilla, hubo tres notarios en la puerta de la alcoba en espera que les fuera entregada la
sábana manchada de sangre. Los testigos declararon que allí no había pasado
nada, en otras palabras, Doña Blanca quedó “tal
cual nació, de que todos tuvieron gran enojo”.
Para Alonso Palencia, su
más acérrimo detractor, “empezaron a
circular atrevidos cantares y coplas de palaciegos ridiculizando la frustrada
consumación del matrimonio y aludiendo a la mayor facilidad que don Enrique en
sus impúdicas relaciones con sus cómplices. Era el principal de ellos don Juan
Pacheco”.
El matrimonio duró trece
años, de los cuáles tan sólo convivieron durante tres años, los obligados por
la Iglesia, en los cuáles el rey había manifestado voluntad “en toda operación a la cópula carnal”. Los necesarios para poder anular el matrimonio si no había descendencia.
Doña Blanca de Navarra |
Por lo tanto había que
buscar un motivo para repudiar a Blanca ante la Iglesia, así que en el año 1453
se realizaron unas entrevistas a unas interesadas de Segovia, de profesión
prostitutas, las cuáles fueron visitadas por “una buena, honesta y honrada persona eclesiástica”. Cada una de
ellas cuenta que había habido trato de hombre a mujer, dicho de otro modo, que
había firmeza en las nobles y reales partes.
Por lo tanto el rey estaba
hechizado, aunque solamente con Doña Blanca. Ante tan rigurosos y morales
argumentos el Papa Nicolás corrobora la sentencia de anulación en la Bula
Romanus Pontifex en 1453, lo que abre la posibilidad para casarse de nuevo.
Doña Blanca quedó
desheredada por sus padres y fue enclaustrada en convento aislado en los Pirineos,
donde murió en la soledad a la edad de cuarenta años. Además como Don Enrique no
llega a reinar hasta el año siguiente a la Bula, ni siquiera llegó a ser reina.
Sin lugar a dudas encaja a la perfección con las palabras de suegro en el lecho
de muerte, Don Juan II de Castilla y León, “naciera
yo hijo de un labrador para ser fraile de Abrojo y no rey de Castilla”.
Tras la muerte de su padre, Don Enrique es recibido como rey y pronto comenzó a entender los preparativos
para el casamiento con Doña Juana de Avis, de gran belleza hija y hermana de
reyes de Portugal y prima hermana del mismo Enrique IV. Juana se casa a la edad
de los quince años.
Tuvo a bien, ya siendo rey,
derogar la antigua ley de los reyes de Castilla de consumar el matrimonio con
notarios y testigos. Obviamente las referencias a este hecho son de lo más
contradictorias, de la misma forma sobre la inexistencia de relaciones entre
ambos. Además el comportamiento poco “recatado” de Doña Juana, avivó las
sospechas que se cernían sobre el matrimonio.
Aparece el joven Beltrán de
la Cueva en la corte, que el rey había conocido en un viaje a Andalucía, de una
conocida familia de fronteros de Úbeda, tanto le gustó que se lo llevo de paje.
Beltrán hizo una gran carrera de forma brillante en muy poco tiempo. Del que
cuenta que atendía los favores de alcoba, tanto del rey como de la reina.
Doña Juana de Avis y Aragón |
Juana quedó embarazada, un
viajante alemán llamado Münzer, que había conocido la corte, cuenta como un médico judío
realiza la primera "fecundación artificial" conocida por escrito, para solucionar
la “probable” impotencia que padecía Enrique IV. Para ello diseñaron unas
cánulas que fabricaron de oro, obviamente para introducir la semilla de un rey en los secretos más
profundo de una hermosa reina, no se concebía un metal de menor vileza. Su hija,
la nueva princesa de Asturias, se llamó Juana, como su madre.
Fuese porque los intentos
continuos de fecundación que no habían tenido éxito hasta ese momento, fuere
porque el rey se encontraba en Logroño en el tiempo de la concepción o fuese
por las “supuestas” relaciones de la reina con el apuesto Beltrán de las
Cuevas, que la hija de Enrique IV pasa a la historia con el nombre de Juana la
Beltraneja.
De hecho, Enriquez del
Castillo, el más benévolo de sus cronistas, llega a decir: “fue gran sospecha en los corazones de las gentes sobre esta hija, pues
muchos dudaron ser engendrada de sus lomos del Rey”.
Para concluir, relatar el
agravio sufrido por la hermosa reina, indiferente para Enrique IV. El rey
vituperado “por su pasión por la música,
sus tendencias homosexuales, su predilección en el trato con gente villana,
hombres montaraces y moros”, quedó prendado de la bella Doña Guiomar de
Castro, “Esta doña Guiomar fue una de las
principales damas que la reina Juana trajo de Portugal, a la cual el rey
mostraba tan grande amor que parecía tener en poco a la reina”.
Y es que como se diría hoy
en día, ¡le puso un piso! El texto de las crónicas anónimas, que bien se
podrían situar entre las crónicas de Palencia y las crónicas Enriquez Castillo,
es muy elocuente, cada uno saque sus propias conclusiones:
“E a la fin como la reyna resçibiesse continuos enojos de la forma quel
rey con doña Guiomar tenia, acordo el rey de la mandar aposentar fuera del
palacio, e de la poner casa e aparato e dueñas e donzellas y escuderos que la
syrviessen; e dende en adelante donde quiera quel rey estava, sienpre se
aposentava a dos o tres leguas dende, e muchas vezes el rey dexava a la reyna e
yva a estar con ella, e aver sus gasajados, dexando a la reyna por dos o tres
dias, lo qual a ella era muy grave de comportar. Y esto duro fasta que la reyna
pario, y el rey fingio a cabsa del parto mostrarle grande amor, quiriendo a
todos fazer entender ser suya la fija naçida, seyendo a todos notoria su
ynpotençia, porque no solamente esta se conosio en su verdadera muger Blanca de
Navarra, e despues con esta mas con otras muchas que tomo assy corrutas como
virgines, a ninguna de las quales pudo jamas aver ayuntamiento, lo qual por su
lengua muchas vezes confesso doña Beatriz de Vergara, la qual el tomo seyendo
cassada con un cavallero de Segovia, llamado Luys de la Trinidad (...)
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