lunes, 28 de octubre de 2019

Las travesuras de Cupido: De cómo se rendía culto y curiosidades sobre el FALO


Dios Priapo, mosaico encontrado en Bobadilla
En primer lugar les solicito que utilicen su imaginación y se sitúen en un lugar cercano a una Domus o casa romana, grabado en la pared cercana a la entrada hay un vigoroso falo que nos da la bienvenida.

Nos disponemos a entrar y en el Atrium, patio adornado con columnas donde se recibe a los visitantes, nos encontramos que el suelo está pavimentado con un lujoso mosaico de figuras geométricas, menos en el centro del mosaico, que tiene una magnífica representación de Priapo, antigua divinidad grecolatina que cuenta con un pene desproporcionado.

Una hermosa esclava de ojos negros y piel de azabache, lleva en brazos el hijo pequeño de la matrona o señora de la casa. El bebe tiene un amuleto colgado en su cuello... sí, no les quepa la menor duda, lleva encima un amuleto fálico. La sirvienta se detiene en la imagen de Priapo y frota sus pies de forma reiterada sobre la imagen de su enorme miembro.

Aunque lo corriente era  representaciones de falo en todos los lugares, no sólo en ricas viviendas particulares, también en cualquier esquina del mercado, en edificios públicos o en cualquier objeto cotidiano. Ni tenía, en la mayoría de los casos, connotaciones sexuales. No se entendía como objetos pornográficos sino como símbolo de fertilidad, de prosperidad y protección de los campos. Las mujeres los llevaban para atraer la buena suerte y los más pequeños, a través de su fascinación, para espantar las envidias y el mal de ojos.

Además las vírgenes vestales romanas guardaban el culto a Fascinus, la sagrada imagen del falo. En las fiestas de Baco, dios del vino, con el fin de proteger las cosechas se sacaba en procesión una imagen fálica. ¿Se imaginan en la actualidad que un grupo de mujeres, desde un contexto religioso, se sacara en procesión un enorme pene en vez, por ejemplo, de la burrita del Domingo de Ramos?

Objeto perteneciente al Museo de Jerez
O los amuletos de la suerte que portaban los legionarios romanos, representando órganos femeninos y masculinos, con un falo e higo. . Colgantes relacionados con la prosperidad y la abundancia, con capacidad protectora.  Tan usual de la época como los objetos e imágenes de penes con alas. Parece obvio de dónde procede y la antigüedad de “las junteras” del pajarito e higo.  
  
Lo cierto que los griegos y más tarde los romanos recogen las costumbres de culturas antiguas, tradiciones que suman decenas de centurias. En la sociedad actual, heredera de una concepción judeocristiana, se hace difícil entender el pene como un símbolo de prosperidad y suerte, ¡nada menos que se le rindiera honores de dios!

Aunque también tenía su sentido de relación “profunda” con el erotismo. ¡Ay Cupido de mí! No podía ser de otra manera, son mis obligaciones, así que entremos en algunos detalles de esas “relaciones” entre el falo y el sexo en el mundo de Roma Antigua.

Mujer en el Museo Municipal de Ecija
Comencemos por los objetos que favorecen la masturbación femenina, por cierto probablemente tan antiguos como la misma humanidad. Pero como para muestras, un botón, les descubro un fragmento de un texto de Herodas, poeta griego autor de pequeñas escenas teatrales humorísticas. En ella dos matronas, Metro y Koritto, tienen un diálogo sobre estos “instrumentos” de consuelo y hacen referencia de Kerdón, un artesano zapatero muy fino en su construcción:

“Metro: Te lo suplico Koritto, no vuelvas a engañarme... dime quién lo ha cosido
Koritto: Oh, ¿por qué me suplicas? Lo ha cosido Kerdón
Metro: ¿Qué Kerdón?
Koritto: (...)Trabaja en su casa, vendiendo bajo cuerda, como bien sabrás. De hecho en estos tiempos todas las puertas tiemblan por culpa de los recaudadores de impuestos (es una excusa irónica, en realidad la venta de baubon era ilegal y probablemente se trataba de una mercancía prohibida). Sus trabajos, sin embargo, ¡menudos trabajos son! ¡Uno creería estar viendo las manos de la mismísima Atenea, no las de Kerdón!. Vino a verme y traía dos, Metro y yo, tengo que admitirlo ya que estamos a solas, cuando los vi mis ojos se abrieron como platos del deseo: ¡los hombres no los tienen tan erectos! Y además no sabes que suave son... ¡tiene la suavidad del sueño! Y las cintas son de lana, nos cuerdas de cuero (es decir, las cintas que se ajustan a la cintura y entre las piernas para “fijar” en el cuerpo de la mujer el falo postizo y que pueda practicar el sexo con otra mujer). Busca otro zapatero tan bien dispuesto hacia una mujer: ¡no lo encontrarás!”

Y para concluir, ilustraremos con un breve relato “relacionado” con el uso del falo:

Extraído en el link
 En tiempo de los romanos era costumbre disponer en la entrada de los jardines de una estatua del dios Príapo, naturalmente con un buen "instrumento". Con dos objetivos: por un lado para asegurarse una cosecha abundante y, por el otro, para asustar a los ladrones. Y es que en Roma era natural que los señores castigaran a esclavos y ladrones sodomizándolos, además no estaba ni mal visto siempre que el señor de la casa tomara el rol activo.

Appius, joven y esbelto esclavo en la Domus, o casa romana, tuvo la insensata idea de degustar la flor más preciada del jardín de su amo... su esposa. Además sin tomar las debidas precauciones, el "pobre" incauto. Tanto es así que fue pillado infraganti, porque desafortunadamente su señor regresó a su hogar antes de tiempo.

El castigo estaba decidido, probablemente ello conllevaría el perdón de su amo, ya que no era al primer esclavo que recibía ese severo castigo, además... ¡Y por el mismo motivo!.

Así que Appius apoyó todas sus extremidades en el suelo, con sus piernas ligeramente separadas. En la espera, su cuerpo temblaba de forma trémula como si fuese vela azotada por el viento. Ante ese sufrimiento no quise de ninguna forma intervenir, no obstante esos pensamientos maliciosos, que a veces discurren para un dios que tiene entre sus  obligaciones fomentar el deseo, y pensé: ¡mira que si le gusta!. De tal forma que dispuse mi arco, con dardos hechizados de amor para el señor y su candoroso sirviente.
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Ocurrió lo que se veía venir... su amo le puso una pequeña Domus con unas hermosas vista a las Columnas de Hércules, para su disfrute en esos días de cielos transparentes y azules de poniente y se convirtió en la reina de su segundo hogar, lo que en vuestra sociedad actual se traduciría en que: ¡Le puso un piso con vistas a Gibraltar!


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