Esta terrible pandemia debe su nombre a Cipriano, obispo de Cartago, que dejó testimonio y detalles sobre ella, a partir de eso la plaga fue vinculada a su nombre.
Resulta curioso que a esta plaga haya caído en el olvido entre los estudiosos del Siglo III, con muy pocas menciones de los expertos del Imperio romano de este periodo. Además una plaga bastante duradera, que tiene su inicio en Egipto en el año 249. Estuvo dos décadas causando estragos, con mayor o menor virulencia, hasta el hijo del emperador Galo falleció infectado, a principio de la década del año 250, y hasta un mismísimo emperador, Claudio, muriera de la pestilencia en el año 270
Aunque no tenemos
datos de Hispania, puesto que se carecen de fuentes escritas en este periodo, sobretodo
de esta provincia, aunque Zózimo recordaba: “todo el imperio se hallaba conmocionado hasta el punto de ver en
peligro su supervivencia, cuando una peste de magnitud no igualada nunca cayó
sobre las ciudades e hizo que las desgracia debidas a los bárbaros pareciesen
más llevaderas”. En la misma línea se pronuncian en los siglos siguientes
Orosio o Jordanes cuando se refiere a este momento. Para Kyle Harper la Peste
de Cipriano afectó a todo el Imperio.
Se dispone del relato
de Cipriano para entender la enfermedad, que cuenta con síntomas muy variados y
que pudiera tratarse de una enfermedad similar al Ébola, que pudiera deberse a
murciélagos infectados y su paso a los humanos. Harper, basándose en estudios
de expertos, ofrece como otro candidato “algún” tipo de gripe, aunque Cipriano
no hablara de problemas respiratorios, relacionándolo con la cría de cerdos,
aves de corral, como pollos o patos. Como curiosidad reflejar que estos
estudios son anteriores al 2020
En cualquier caso, se
cree que esta plaga tuvo mayor impacto que la Peste Antonina de la época de
Marco Aurelio. La Historia Augusta menciona que llegó a producir hasta 5.000
muertes diarias en Roma, para Zózimo las ciudades del Imperio quedaron
desiertas y despobladas. Harper estima que se perdió un 20 % de la población de
todo el Imperio.
De tal forma que
conllevó un fuerte impacto de la estructura productiva y hizo más pesadas las
cargas de las guerras en que se luchaban. Aunque también tuvo un fuerte impacto
ideológico-religioso. El estado romano opto por enfrentar la pandemia pidiendo
ayuda a los dioses, se imploraba la protección divina de Salus, del soberano
Júpiter o de Apolo.
Los paganos culpaban
a los cristianos, que llevó a distintas fases de persecución contra ellos en
ese periodo. Los cristianos, sin embargo, culpaban los paganos, con mensajes
como este: “Pero las pestes, dicen mis oponentes, y las sequías, guerras,
hambrunas, langostas, ratones y granizo, y otras cosas hirientes, por las
cuales la propiedad de los hombres es atacada, los dioses nos traen, indignados
como están por sus malas acciones. y por tus transgresiones”. Resultaron unos mensajes atractivos,
que miraron al cristianismo con otros ojos, hasta entonces religión muy
minoritaria, era una tabla de salvación, ya que los dioses paganos mostraban su
desprecio por el Estado romano y lo castigaban.
La enorme inestabilidad política de ese periodo, con dos
decenas de emperadores y más de 70 usurpadores, la devaluación de la moneda, la
inestabilidad en las fronteras por la invasiones bárbaras, revueltas
bagáudicas, la postura agresiva de los persas en el Este del imperio y la
terrible pandemia, ya lo decía el oráculo: “El
universo se sumirá en el caos con la destrucción de la humanidad en
pestilencias y guerras”.
La Peste de Cipriano
no supuso el final del mundo antiguo, el Imperio continuó, pero ya nunca fue el
mismo, lo que no parece haber dudas es que todos esos factores mencionados
conjuntamente, reconocieran a este periodo como de transición hacia el conocido
como la Antigüedad Tardía, el paso previo a la Edad Media.
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