La huella de la Antigua Roma está presente en nuestra lengua, en nuestra religión o en nuestro derecho. ¿Sabías que el "enchufismo" y el "clientelismo" también es heredado?
Claro con diversos matices diferenciadores. Porque si en la actualidad nos referimos a la corruptela política ligada a la obtención y el mantenimiento del poder, asegurándose fidelidades a cambio de favores y servicios; para los romanos eran relaciones de amistad, de parentesco o de clientela. En ambos casos con el poder y el capital por medio, veamos algunas pinceladas en la sociedad romana.
Quinto Tulio Cicerón,
hermano del famoso orador Marco Tulio Cicerón, recomendaba en su Manual
Electoral que todos los días había que llegarse al Foro (la plaza central de
las ciudades romanas) y llamara a todos
por su nombre.
Para ello el político
llevaba a su lado al esclavo nomenclátor, que le iba diciendo al oído el
nombre:
- Mi
señor ese caballero con la Toga con
mangas largas y adornadas con franjas que viene hacia aquí, es Caius Hortensius
Severus
- ¿La
toga con mangas largas y franjas? ¡Hortensius es afeminado, le prestaré algunos de mis
jóvenes esclavos!
Los candidatos
solicitaban favores y devolvían con
intereses esos favores. Pagaban festejos
de teatro, circo o de gladiadores. Prometían y prometían, a veces incluso no se
cumplían las promesas. Antes como hoy, ayer como mañana, ¿observa algo
hereditario de la sociedad romana?
Los personajes más
ricos y notorios brillaban en función del tamaño de su clientela. Lo primero
que hacía un cliente, bien tempranito, era ir a saludar a su patrono, la Salutatio, formando incluso grandes
colas en las puertas de los más poderosos.
Así que podría haber
ocurrido en la puerta un tal Lucio
Herenio Hereriano, de una pequeña ciudad cercana a Carteia, ver a sus
clientes esperando impacientes una pequeña cesta de comida cada uno, la Sportula, que recibían cuando le decían a su patrón “muy
temprano vengo a saludarte”
Y que para que un cliente
o plebeyo consiguiera ser alguien destacado era muy importante la relación con
su patrono o patricio. Es decir que quién no tenía
padrino no se bautizaba. Y sí, por si alguien lo estaba pensando, la costumbre
de apadrinar al recién nacido es heredada de la Antigua Roma, además
la Roma más arcaica, antes incluso de las influencias griegas o cristianas.
Y el patrón de todos
los patrones, como cabría esperar, el emperador. Ya para concluir les refiero
algunas anécdotas de césares que lograron ocupar tan digno cargo por el
“enchufe” de sus madres.
El primer emperador,
el divino Augusto, tuvo que divorciarse para casarse con Livia, que tuvo que
separarse, a su vez, de su primer marido. Pues el heredero al imperio acabó siendo
Tiberio, hijo de Livia con su primer marido, gracias a la intervención y
astucia de su madre.
Curioso que durante
el imperio romano, hace 2000 años, había divorcio, también en Hispania,
cuestión que no llega a nuestro país de nuevo hasta hace 40 años
Y modelo de madre entregada, sin dudas, Agripina, sobrina del emperador Claudio. Aprovechando que su tío ejecutó a su esposa Mesalina por infidelidad, trenzó los hilos conspiratorio con fina sutileza. De tal forma, logró que el senado despenalizara el incesto para casarse con su tío. Una vez esposa del emperador, le ofreció a Claudio unas ricas setas de esas que solo se comen una vez, con la complicidad de su catador, Haloto, que hizo que el emperador la palmara por envenenamiento.
Todo ello para lograr
que su hijo Nerón se convirtiera en el sucesor de Claudio. Más tarde su hijo se
cansó de su amadísima madre, sin la que probablemente no hubiera llegado a
emperador, y se puso a la tarea de asesinar a su progenitora.
Para el “pobre” no fue una tarea fácil, no
crean que por escrúpulos, sino porque resultó una tarea ardua, porque Agripina
era muy precavida. Hasta que mandó unos legionarios a su villa de Antium, se dice, se cuenta, se rumorea que ella se arremangó la túnica y dijo que le hundieran la espada por el
vientre donde había gestado al emperador.
Queda la cuestión de
los cuñados, porque hablar de “enchufismo” sin mencionar a los “cuñaos”, es
como hacer un pulpo a la gallega sin pulpo. Aunque esto merece una entrada de
blog para este tema, así, de manera específica, que es mucho lo que hay que enchufar sobre los cuñados y cuñadas en la Antigua Roma.
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