Juno y Júpiter |
Había dejado mi
carcaj en algún lugar oculto de mi hogar. Las flechas necesitaban ser de nuevo
ungidas con esa pócima tan poderosa de amor. Y es que Júpiter, el mejor y mayor de todos
los dioses, me había ordenado un tiempo de descanso por “un no sé qué” de unas
fases que tenían que pasar.
Claro como Júpiter es
tan pródigo en aventuras amorosas... más de una vez he ido detrás suya lanzando
dardos amorosos sin miramiento. Aunque en realidad todo comienza cuando Juno,
esposa y hermana de Júpiter, reina de los cielos y portadora de luz, le dijo a
su esposo: “querido habrá que dar de nuevo cancha a Cupido y a sus
travesuras...”
Por otra parte, es
sabido que Juno nunca trató de serle infiel, lo que hacía era perseguir las
numerosas aventuras de su marido. Así, que, primero por venganza, comenzó a
disfrutar de pródigos amantes. Esto al principio, hasta que dejó de ser
venganza. Eso, deciros que me cuesta muchos sudores esas largas jornadas
detrás de esposa y esposo facilitando las conquistas ajenas del uno y de la
otra.
Y la familia ¡Ay la
familia! Resultan muy curiosas las extrañas necesidades de Minerva, Marte y Vulcano,
hijos de esta poderosa pareja.
Minerva, es diosa de
la inteligencia y la sabiduría, es verdad que mantiene la virginidad
celosamente. No sé si recuerdan en castigo que se llevó Tiresias, que quedó
ciego, cuando cautivado por su belleza, se atrevió a observar su increíble cuerpo desnudo cuando se bañaba en un
arroyo escondido.
Pero Minerva, también
diosa de las artes, es la preferida, junto a Baco, de los alocados poetas y de esos
infames que aman el teatro. Ella sabe que no pueden crear sino están
alimentados de relaciones sexuales “penetrantes”. Esto que quede entre
nosotros, pero los versos hermosos y las escenas intensas provocan en el interior
de esta diosa relaciones “auto-eróticas”.
Y Vulcano, el “pobre”,
debido a su aspecto desagradable y a su cojera, su misma madre, Juno, lo arrojó
al mar. Fue salvado por Tetis y permaneció nueve años fabricando joyas a las
Nereidas en una gruta. Más tarde, con la ayuda de Baco, se le permitió su
regreso para fabricar joyas y armas a los demás dioses.
Esas sensacionales
manos de Vulcano en la fragua, le llevó a conquistar a Venus, mi madre, la
diosa que llegó en una ola de mar, diosa de la atracción física y sexual.
Aunque la herramienta
que más le gustaba a Venus eran las del hermano de Vulcano, el dios Marte, mi
padre. Dios de la guerra, odiado por otros dioses por su carácter brutal,
aunque eso sí, guapo y bien plantado, nada que ver con el pobre Vulcano.
La cuestión que es que la fragua estaba abandonada, Vulcano acompañaba a esposa día, tarde y noche. Marte, que se había acostumbrado a quedarse agotado con las largas tardes con su cuñada,
mientras su hermano le fabricaba una coraza mágica para él, lo echaba de menos... y de un dios como Marte, esto comenzaba a
convertirse en un problema.
También el vigoroso
Neptuno, dios de las aguas y hermano de Júpiter y Juno, se estremece en su
interior por este extraño confinamiento. Se llega a temer que deje escapar los monstruos marinos que custodia, sino puede disfrutar de nuevo de
sus numerosas amantes. Con ese vigor cultivado en lo profundo de los mares...
es que dicen que tiene una larga cola marina.
En realidad no queda
todo aquí. También ha notado mi ausencia Mercurio, ya les contaré cuando este
dios (por no decir sujeto) me robó mi carcaj con las flechas del amor. Ni a
Baco, mi predilecto, también contaré
cuando me quitaba el trabajo con los excesos del néctar de la vid.
Eso para otro
momento, no puedo ni quiero negarme a cumplir mis obligaciones, preparo y tenso
mi arco, cuelgo mi carcaj en mi hombro, repleto de flechas que soliviantan “las
calores” y salgo a la calle, respiro, cuídate a quién observas y deseas porque
ando en tu busca.
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