domingo, 7 de junio de 2020

La primera pandemia de la historia

Imperio Romano en el siglo II d. C.

Los Oráculos habían dispuesto libaciones y sacrificios. Desde los templos de Apolo se habían ordenado fumigaciones y se habían prohibido los besos. Marco Aurelio había restablecido de manera escrupulosa el culto a los dioses.
También la pandemia generó un contexto en el que surgían charlatanes e impostores vendiendo amuletos y otros que animaban a la plebe a rebelarse contra el poder establecido.
Sin embargo, el imperio romano se encontraba en su mayor esplendor. En ese tiempo cogobernaba Lucio Vero y Marco Aurelio, ambos de origen Bético, de la Dinastía Antonina, de ahí el nombre que recibió la “pestilencia”, la peste antonina. Lucio Vero falleció en el año 169 d.C, los expertos creen que fue debido a esta plaga.

Por aquel entonces Roma contaba con unas proporciones geográficas y de población nunca vistas con anterioridad. La amplitud del territorio y su vasta red de comunicaciones habían creado el caldo de cultivo para el primer brote de pandemia de la historia.
Los expertos calculan, de forma prudente, que la pandemia llegó una mortandad del 10 % de la población, unos 7,5 millones de personas. Se estima cercano al 30 % los que sufrieron la enfermedad.
¿Y las causas? Por una parte tenemos la versión de la Historia Augusta, por otro lado la fuente más relevante la constituye Galeno, el mejor médico de Roma, que presenció la epidemia directamente y describió sus síntomas.
Según sus crónicas, los romanos echan buena parte de culpa a Partia, una región cargada de historia en el noreste de Irán. Los dos emperadores querían conquistar el imperio parto, para llenar de riquezas y alegría la ciudad de Roma. No esperaban que lo que hicieran es llenar sus calles de muerte.
El general Avidio Casio, puso cerco a la ciudad de Seleucia, cercana al río Tigris. Los romanos asediaron y actuaron con tal ímpetu contra sus habitantes, que incluso tratándose de Roma, fue de una violencia espantosa.
“En pleno saqueo, un legionario romano intentó abrir un baúl dentro de un templo, el santuario del dios conocido como Apolo de Pelo Largo. En ese momento, según creían los romanos, se liberó un vapor nocivo que pronto lo contaminó todo con infecciones y muerte, desde las fronteras de Persia hasta el Rin y la Galia.”
Si tenemos en cuenta que Avidio Casio se sublevó más tarde contra Marco Aurelio y fue aplastado, se hace más fácil comprender que resultara el culpable de la extensión de la epidemia en la Historia Augusta. Lo cierto es que la magnífica red de comunicaciones terrestres y marítimas permitía el movimiento de tropas con “relativa” inmediatez.

Galeno nos dejó las siguientes características de la infección:
 "exantemas de color negro o violáceo oscuro que después de un par de días se secan y desprenden del cuerpo, pústulas ulcerosas en todo el cuerpo, diarrea, fiebre y sentimiento de calentamiento interno por parte de los afectados, en algunos casos se presenta sangre en las deposiciones del infectado, pérdida de la voz y tos con sangre debido a llagas que aparecen en la cara y sectores cercanos, entre el noveno día de la aparición de los exantemas y el décimo segundo, la enfermedad se manifiesta con mayor violencia y es donde se produce la mayor tasa de mortalidad".
Los expertos sospechas que se trata de un tipo de viruela de tipo hemorrágica, muy contagiosa, procedente en un inicio de Etiopia, llegó hasta Egipto y de ahí paso   a los territorios de la antigua Partia, el movimiento de las tropas romanas favorecieron su alto contagio y propagación geográfica.
Es cierto que afectó con mayor virulencia en las grandes ciudades y en las zonas costeras. En los niños y en los ancianos. Y que no hubo clase social que se librara.
Galeno nos decía que aquellos que enfermaban y comían y bebían con “relativa normalidad”, lograban salvarse y que la mayoría que no lo hacía, fallecía. Es incuestionable que la falta de alimentos, de higiene o la de medida de protección, como evitar los contactos, además de la fumigaciones, actuaron a favor de su propagación y que propiciara que los brotes se renovaran con más fuerza.
También se cree que Marco Aurelio, el emperador de la película “Gladiator”, que es asesinado por su hijo Cómodo, en realidad falleció por un rebrote de la peste antonina en el año 180 d. C. Quince años más tarde de la guerra contra Partía. Este emperador filósofo, considerado como uno de los mejores gobernantes que tuvo el imperio, decía  en su lecho de muerte: "¿Por qué me lloráis y no pensáis más en la peste y en la muerte ante la que todos caeremos?"

La historia nos puede servir de aprendizaje, no se puede dejar de lado el dinamismo y la siniestra creatividad de la evolución. El estudio de las diferentes pandemias que han asolado la humanidad es posible. Amenazas que no han tenido un carácter inmóvil, su aprendizaje, con el estudio de recuperación del ADN degradado por los expertos debiera cobrar mayor relevancia que nunca en el momento actual.

BIBLIOGRAFÍA:


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