jueves, 18 de junio de 2020

Las travesuras de Cupido: las primeras peripecias del dios Mercurio

El dios Mercurio

El dios Mercurio había nacido en el monte Cilenes, un monte mágico de la Arcadia. Su madre una bella pléyade hija del titán Atlas, llamada Maya. Su padre, Júpiter, nuestro dios supremo, el causante del amanecer y del brillo lunar.
Juno, esposa de Júpiter, que tenía cierta animadversión a Mercurio, por motivos obvios, le dio de mamar. Cuenta que se llenaba la boca de la leche de la diosa madre con tanta “ansia”, que su crecimiento fue asombroso. De tal forma que con tan solo unos días de vida recorría la morada de los dioses en los cielos, como Mercurio por su casa, y nunca mejor dicho. Ya desde entonces comenzó a mostrar sus habilidades.

¡Ay Cupido de mí! Esos días es cierto que me encontraba desorientado, había tenido unas jornadas agotadoras como arquero al servicio de la pasión. No solo eso, también hacía extras en las fiestas por petición del soberano Júpiter. Mi tarea consistía en limpiar la sala de los banquetes, preparar los divanes y, para el mayor de los colmos, servir los manjares y las ambrosías.
Con ese despiste mío, que es verdad que puede ser  algo en mí persona característico, caminaba pensando lo injusto de la vida divina, cuando el pequeño Mercurio me puso una zancadilla que hizo que saliera rodando por los cielos. Momento que aprovecho para robarme mi arco y mi carcaj, colmado de flechas untadas con la pócima del amor irresistible.
El dios Neptuno
La primera víctima, Neptuno, nada menos que el poderoso dios que gobierna los mares. ¡Y es que...! ¡Y es que...! Al niño se le había antojado robarle el tridente. Así que, sin que se diera cuenta, le lanzó uno de los dardos y otro a Menalipe, casada con Hipotes, el guardián de los vientos.
Si sumamos que los mares y los vientos estaban desbocados, al ya de por sí carácter lascivo y mujeriego de Neptuno, sobre todo con las casadas, la situación estaba abiertamente desatada, lo que aprovecho el pequeño Mercurio para apropiarse del tridente.
La nueva víctima de las travesuras de Mercurio fue Marte, el dios guerrero. Es que Marte tenía una espada... vamos una señora espada. De manera que apuntado, con un inusual acierto para su edad, logró que sus saetas hiriesen de deleite al dios de la guerra y a Eirene, la diosa de la paz.
Lo que provocó que los encuentros entre estos dioses estuvieran llenos de descubrimientos eróticos muy apasionados o de agrias discusiones, una cosa o la otra, o una tras otra, lo que aprovecho el astuto Mercurio para tomar la espada de Marte. 
Lo siguiente, ¡Ay lo siguiente!, era robar el cinturón de Venus. Porque quién se lo ceñía en su cintura podía hacer renacer la pasión de amores ya perdidos, no sólo eso, también lograba encauzar  los amores de fantasías imposibles, hasta convertirlos en realidad. 
Mercurio pretendía enviar sus dardos a Venus y al mismísimo Júpiter. Ya que también quería hurtar el mismo cetro de mando del soberano, de hecho a punto estuvo de sustraer sus rayos. Lo impidió la soberana Juno, atenta al bullicio de su hogar, descubrió las intenciones del impúber Mercurio y lo entregó al soberano Júpiter para que recibiera su castigo.

Mercurio entrega la lira a Apolo
Júpiter lo desterró a la tierra con Apolo, también desterrado en ese momento. Lo primero que hizo, como cabría esperar, fue robar el ganado del rey Admeto, custodiado por hermano Apolo. Mercurio para aplacar la ira de su hermano le regaló el caparazón de una tortuga con cuatro cuerdas, que se convirtió en la primera lira.
Apolo, dios de la música, no sólo perfeccionó la lira, sino que le regaló una vara de avellano a hermano que tenía el poder de reconciliar a los seres que se odian. Mercurio, para probar su eficacia, la enfrentó a dos serpientes, que se enredaron en ella. Las dos serpientes enredadas en la vara se convirtieron en el símbolo más representativo de este dios, llamado el caduceo.
Es cierto que Mercurio es una de las figuras más importantes de todo el panteón romano. Su facilidad para los robos y engaños le valió el título de dios de ladrones. Dios de los comerciantes, protector de los caminos y guía de los viajeros, también es el dios que acompaña a las almas en su último viaje, por ello es lo los pocos que pueden entrar y salir del inframundo sin tener que dejar ningún óbolo al barquero, no necesitaba esa formalidad.  
A este Dios le debemos la herencia de los miércoles, día de Mercurio (dies Mercurii), a pesar de ello aún guardo, de forma rencorosa, el recuerdo del día que me sustrajo mi arco y mis flechas cuando tan solo era un bebe quedando en una situación tan embarazosa.  


1 comentario: